Se denomina
apócrifo (del
griego άπόκρυφος
apokryphos, «oculto») a aquellos textos atribuidos a autores sagrados cuya pertenencia al canon de la
Biblia está en discusión, no es aceptada por alguna autoridad o denominación religiosa, o ha caído en descrédito por los estudios filológicos. El primero en usar el término en este sentido fue
Jerónimo de Estridón, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al
latín del texto bíblico, para designar algunos de los libros que hoy se conocen como
deuterocanónicos, que no formaban parte del texto del
Tanaj en uso por las comunidades judías; aunque estos libros (Tobías, Judit, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Sabiduría,
Eclesiástico y Baruc, así como algunos fragmentos de
Ester y Daniel) finalmente fueron incluidos en la versión de la Biblia empleada por la
Iglesia Católica tras su aprobación en el
Concilio de Trento de 1546, el término siguió en uso, aplicándose a textos que se juzgaron inadecuados, como el
Evangelio de Tomás.